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Betty Cooper y el autodescubrimiento sexual como rebelión

Betty Cooper es uno de mis personajes favoritos de todos los tiempos. Es uno de los personajes principales de Riverdale, que se parece mucho a Élite, aunque con un trasfondo bastante más extraño y complejo: Riverdale emula y rinde tributo a algunos de los grandes géneros del cine, como el thriller psicológico, el terror gótico, o la ciencia ficción, viajando desde la época actual a los años 50 e incluso a universos paralelos sin perder nunca el enganche de los líos amorosos entre sus protagonistas. Es una serie con muchas cosas buenas y también unas cuantas malas, pero me encanta. La serie es bien larga... y sabiendo que estoy lejos de la neutralidad con ella, me había sentido reticente a hacer ningún comentario sobre ella.


Lili Reinhart como Betty Cooper con una camiseta del restaurante del pueblo, Pops
Lili Reinhart es la actriz que interpreta a Betty Cooper. Mirad que yo no me suelo pillar por actores ni actrices, pero esta mujer me tiene loca

Sin embargo, Betty Cooper me tiene embelesada -me encanta cómo evoluciona el personaje y me encanta la actriz a todos los niveles- y no puedo evitar comentarla. Su arco de personaje es el que hacemos muchas mujeres cuando vamos madurando. Empezamos como niñas y adolescentes inocentes, que quieren ser "buenas" y poco a poco nos damos cuenta de que la bondad, en nosotras, es sinónimo de dejarse atropellar. Cuando inevitablemente nos empezamos a rebelar surge la fealdad que se esconde tras las "buenas intenciones" de quienes nos querían calladas y en nuestro sitio: la manipulación, el chantaje e incluso a veces la violencia contra nosotras se vuelve tan insoportable que tenemos que recular o alejarnos de quien nos agrede pensando que nos hace un favor.


Cada una de nosotras se habrá rebelado de una manera distinta, pero la rebeldía sexual es una forma bastante típica de hacerlo. Lo vemos en infinidad de adolescentes: haciéndonos atractivas y disponibles sexualmente nos sublevamos contra nuestra familia, y accedemos a algo muy preciado, más todavía teniendo en cuenta la lucha que esté habiendo en el hogar: la validación masculina. De adolescentes, especialmente durante los 90 y los 00s, cuando tener novio era la aspiración máxima y no había tanto conocimiento sobre feminismo como ahora, ganar la atención de los chicos era muy importante. Nos daba y nos sigue dando valor a ojos de la sociedad. Y nos permite encajarnos en un punto muy cómodo de no encajar en lo tradicional sin salirnos realmente del patriarcado, cumpliendo el otro rol que se nos permite a las mujeres además del de madre y ángel del hogar: el de femme fatale, seductora. Lo de siempre: si no eres la santa, tienes que ser la puta. Y Betty Cooper hace exactamente esa transición, pero la hace en sus propios términos, buscando su deseo y no la validación de los hombres (al menos tirando al final) y por eso me parece que puede ser un ejemplo positivo para muchas chicas. Muchísimas de nosotras nos encontramos absorbidas por la hipersexualización, pero Betty nos puede enseñar que se puede ser sexual sin (hiper)sexualizarse.


Betty Cooper mirando a los ojos a Veronica Lodge, a punto de besarla
Los creadores de la serie han jugado con la tensión sexual entre Betty y Veronica Lodge, su mejor amiga, desde el inicio de la serie. Ni confirmo ni desmiento que al fin en la última temporada nos dan a las fans que adoramos a ambas el esperado beso entre las dos "amigas". Si os digo la verdad, creo que el final ideal sería que Betty y Veronica manden a paseo a los tíos y salgan del armario como bisexuales porque ellas dos son mejor partido que cualquiera de los chicos. Por cierto, salir del armario como bisexual, en mi generación, era la máxima expresión de esta supuesta revolución sexual adolescente: nos hacía aun más escandalosas para la gente tradicional, pero más atractivas para los hombres. Éramos su perfecta fantasía. Por suerte, la generación Z ha logrado transformar eso en una revolución más real. Cada vez hay más mujeres abiertamente bisexuales que no caen en la trampa de priorizar a los hombres y eligen incluso activamente relacionarse sexoafectivamente solo con mujeres.

Betty Cooper y su rebelión sexual


Me parece de especial interés para ilustrar la rebelión sexual de Betty una escena en la que el médico del instituto, Dr Werther, llama a Betty a su despacho para "hablar" sobre el "preocupante" interés de Betty en el sexo.


Betty ha hecho un striptease en su ventana para su vecino e interés romántico Archie Andrews, que también se desnudó para ella. Les pillan sus familiares, y el escándalo comienza, pero también se afianza el despertar sexual de Betty, que no se va a dejar achantar por su familia ni el médico del instituto.


Betty Cooper y Archie Andrews sentados a una mesa en el restaurante del pueblo de Riverdale, Pops
Betty Cooper y su vecino "the boy next door" Archie Andrews. La tensión entre ellos va y viene durante toda la serie

El Dr Werthers es un señor tétrico. Representa al lobby de la psiquiatría que tiene un claro sesgo de género. Estamos en los años 50, donde una mujer con voluntad propia era una histérica (algo que seguimos pensando en general hoy en día, aunque ya no digamos histéricas y digamos deprimidas, ansiosas, mandonas, etc). El doctor tiene un interés extraño en saber por qué a Betty le gusta el sexo. Proyecta sobre ella sus fantasías de cómo debe ser una joven con deseo y no puede ver que esta chica no es hípersexual (si es que eso existe). Es simplemente joven, y está descubriendo que tiene hormonas.


La conversación entre Betty y el Dr Werthers va así:


Dr Werthers: Dime Betty, ¿de dónde crees que viene ese impulso, el impulso de que te vean de manera tan sexualizada? Te debe excitar, hacerlo más emocionante.
Betty: No creo que vaya de que se me vea de manera sexual. Creo que tiene que ver con ser vista, a secas.
Dr Werthers: ¿En qué sentido?
Betty: Ser vista como una persona con autonomía y deseo. Y capacidad de autodeterminación.
Dr Werthers: Sigue.
Betty: Me pregunto si mi interés en comprender el sexo en realidad va más de comprenderme a mí misma... quién soy yo. O sea, ¿qué mejor manera hay de comprender a alguien que comprender sus deseos?

Creo que lo que menciona Betty es perfectamente plausible, pero lo cierto es que los hombres no se hipersexualizan para comprenderse a sí mismos y sus deseos. Merece la pena, pues, hacer un análisis más profundo de por qué Betty escoge la sexualidad para comprender quién es, si en realidad la sexualidad es solo una parte de ella, de cualquier persona.


El condicionamiento sexual de las mujeres


Tendemos a pensar que nuestros gustos sexuales son puramente nuestros, que nadie nos ha condicionado para relacionarnos de cierta manera. Si entramos dentro de la norma, es porque "somos normales". Si no lo somos, tendemos a centrar nuestra identidad en nuestra disidencia sexual. ¿Por qué? Sin ser yo experta en sociología sexual, creo que es perfectamente comprensible que las personas que no entran en la norma la hagan central en su vida, puesto que su experiencia está atravesada por su diferencia, para lo bueno y para lo malo, y el mundo tampoco les deja olvidarse de ello.


En el caso de las mujeres con mayor deseo del esperado (el nivel de deseo que se ha aceptado para las mujeres ha ido cambiando a lo largo de la historia, pero siempre en beneficio de los hombres), su situación las ha sometido a grandes violencias: durante siglos se las ha considerado desde poseídas hasta locas e histéricas, con las consecuentes agresiones que ese calificativo les ganaba.


Si bien la sexualidad es solo un componente de la personalidad de una persona, cuando esa puerta se nos cierra, se vuelve mucho más interesante. Para personas con una mente analítica como Betty, entender por qué existen tantas normas alrededor de la sexualidad pica mucho la curiosidad. Le están forzando a entrar en una caja en la que no cabe, además una caja en la que los chicos no tienen que entrar. Si bien en su caso podemos creernos que esa curiosidad surge solo de esa diferencia de baremo entre hombres y mujeres, en la mayor parte de los casos reales, de carne y hueso, esto no es así.

Como todo fenómeno social, no tiene una sola razón. Sí, podemos querer rebelarnos porque detectamos el doble estándar: los hombres pueden ser extremadamente sexuales sin problema, y las mujeres no. Pero además, esa necesidad de liberarse se junta con la necesidad de las mujeres de obtener validación masculina.

Betty Cooper con un jersey de cuello alto
Más fotos de Betty Cooper porque no puede haber suficientes de este super personaje

Por supuesto, esa validación no es natural. Viene creada por la destrucción sistemática de la autoestima femenina y por el condicionamiento que nos dice que para tener valor debemos ser atractivas (por supuesto, para los hombres). ¿Cuántas mujeres hemos sido silenciadas, cuestionadas, ignoradas, por no tener la estética que se quiere de nosotras? Esta combinación es tan potente que incluso mujeres que no se interesan por los hombres como parejas -a.k.a. las lesbianas- acaban amoldándose al canon para obtener aprobación. Y es normal: las consecuencias de no ajustarse pueden ser peligrosas, incluso letales.


Si nuestro valor surge de la atención que obtengamos de los hombres, y los hombres tienen super metido en la cabeza que el interés que pueden/deben tener por las mujeres es sexual (no de amistad), se sigue que las mujeres obtenemos nuestro valor en la sociedad patriarcal mostrándonos sexuales. Con esto no quiero decir que sea imposible que un hombre sea amigo de una mujer, existen casos, pero muchas veces hay un origen o un interés sexual (aunque sea secundario) o una serie de circunstancias que hacen que la relación sexual sea imposible, aunque si no se dieran esas circunstancias posiblemente la relación pasaría a ser de amantes.


En definitiva, las mujeres pensamos que siendo abiertamente sexuales estamos siendo transgresoras (rompiendo con el patriarcado), mientras que estamos cayendo en la misma trampa en la que caen las mujeres (auto)reprimidas, pero del lado contrario. Estamos cayendo en la dicotomía santa/puta. Se nos dan dos opciones: no digas que sí a nada, o dí que sí a todo. La estrecha o la chica cool. Ninguna de las opciones nos considera como humanas, sino como juguetes para los hombres, para cumplir sus dos necesidades relacionales. Perdidas en esta red de extremos nos olvidamos de todos los puntos intermedios que probablemente sean los más cómodos para la mayoría y que nos dan la libertad de escoger una a una las cosas que queremos hacer y las que no.


Esta división binaria está tan enraizada que muchas veces es subconsciente que estamos eligiendo una de las dos categorías, lo que se traduce en que acabamos haciendo cosas que no queremos, sintiendo una presión en el pecho o el estómago, pero haciéndolo aun así porque si no seríamos "raras". "Reprimiéndonos" o "desinhibiéndonos" hasta donde no nos sentimos cómodas. De hecho, acabamos pensando que decir que no es reprimirse y decir que sí desinhibirse, cuando puede ser que en nuestro caso sea justo al contrario y que, por ejemplo, decir que no sea el mayor acto de autonomía sexual que podamos exhibir.


Llegada a este punto del conocimiento feminista, me es imposible pensar que la sexualidad femenina no está impactada por la mirada masculina en todos sus aspectos, incluido aquel que conlleva autoconocimiento para nosotras. No puede ser casual que tantas mujeres (ficticias y reales) utilicen la sexualidad para liberarse, en lugar de hacerlo aprendiendo a decir que no, o escuchándose a sí mismas de manera más holística. No, lo hacemos hipersexualizándonos. Por supuesto, por un lado estamos respondiendo a la represión sobre nuestros cuerpos, pero por otra... por otra estamos buscando la aceptación de un nuevo grupo -de los padres, a los hombres. Por eso Betty toma la sexualidad como elemento fundamental de su personalidad y centra su rebelión en eso, en lugar de preguntarse por qué a la gente no le gusta cuando ella se afirma como persona con sus propias ideas y sus consiguientes límites.


Ojalá llegue el día en el que las mujeres podamos descubrir quienes somo tomando la sexualidad como una parte acorde al tamaño que cada una le queramos dar, y no como un aspecto obligatoriamente central en nuestra vida. Ojalá podamos elaborar nuestra sexualidad en función a nosotras mismas, y no a las presiones externas que nos obligan a ponernos trajes que no nos entran.

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